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Acaba de celebrarse en la preciosa localidad vizcaína de Getxo la tercera edición del Cinegourland, un meritorio empeño del cinéfilo y gastrónomo Pepe Barrena, entrañable colega, por armonizar sus dos aficiones favoritas y debatir en torno a ellas. Como decimos, la cosa tiene mucho mérito, porque no es tan fácil encontrar algo que podamos llamar «cine gastronómico».
La gente piensa, al contrario, que sí lo hay, y casi invariablemente le recuerdan a uno «La grande bouffe», de Marco Ferreri; una gran película, sin duda; con algunas secuencias gastronómicas y culinarias, sí, pero… ¿película gastronómica? No me lo ha parecido nunca; lo que se muestra en esta película no es gastronomía, es… no estoy muy seguro de lo que es, pero gastronomía, desde luego, no.
Hay películas que giran en torno al tema gastronómico en las que, efectivamente, la cocina está muy presente, y muy bien retratada. Durante muchos años, la cumbre del cine relacionado con la cocina me pareció la fenomenal película de Ted Kotcheff «Pero ¿quién mata a los grandes chefs?», que además tiene el atractivo de una Jacqueline Bisset espléndida y un Robert Morley en el papel de su vida. Barrena consiguió, para esta edición de Cinegourland, una copia -la película es casi inencontrable- y la disfrutamos una vez más.
Puedo aceptar como «cine gastronómico» obras como «American Cuisine», de Jean-Yves Pitoun, donde se retrata lo que es la cocina de un restaurante pluriestrellado; también «Deliciosa Marta», de Sandra Nettelbeck y, por supuesto, aunque siga habiendo quienes el hecho de que una película sea de dibujos animados hace que la releguen automáticamente a la categoría de «infantil», la maravillosa «Ratatouille» que dirigió Brad Bird para Pixar. Y no crean ustedes que hay mucho más donde elegir.
Bueno, sí; hay documentales sobre tal o cual cocinero o restaurante, o sobre un campeonato mundial de cocina, o sobre nutrición y despilfarro, agricultura, ganadería… Eso no cuenta, aunque haya cosas interesantes. De modo que ya ven que no es fácil desarrollar un congreso en el que se trata de maridar, por usar un término gastronómico al uso, un arte como el cine con otro -más o menos- como la gastronomía: hay momentos brillantes, pero casi siempre son eso, momentos; la tantas veces citada fugacidad del arte culinario parece afectar seriamente a su relación con el séptimo arte.
Pero a Pepe Barrena no lo desanima nadie, y busca debajo de las piedras hasta conseguir un material interesante y valioso. Sabe organizar las cosas, y alterna las obligadas proyecciones con debates y, por supuesto, demostraciones prácticas sobre manteles. Este año destacaré el almuerzo que brindaron a congresistas e invitados los cinco chefs vizcaínos con estrella Michelin, que son Xabier García (‘Boroa’, Amorebieta), Eneko Atxa (‘Azurmendi’, Larrabetzu), Andoni Arrieta (‘Andra Mari’, Galdakao), Daniel García (‘Zortziko’, Bilbao) y Fernando Canales (‘Etxanobe’, Bilbao) y supieron demostrar que la cocina vizcaína sigue teniendo un nivel envidiable.
Destacó, también, la magnífica -y realista- intervención de Juan Echanove, que desarrolló una ponencia sobre las materias primas o, más exactamente, sobre la creciente dificultad de hacerse con géneros de calidad en todos los sentidos: «si no lo cultivas, no lo comerás», pronosticó el actor, que sí que cultiva productos muy cuidados en su ‘Granja Rosendo’ y los distribuye a través de granjarosendo.com.
En fin, que los asistentes pudimos disfrutar de un programa interesante y nada agobiante, que durante tres días convivimos gentes de la cocina, el cine y las críticas gastronómica y cinematográfica… y que el tema, volviendo a donde empezamos, da qué pensar.
Cine gastronómico… No sé, es como si hablamos de cine de fútbol; yo no he visto en mi vida una película con tema futbolístico que fuera al menos pasable. El cine, se nos ha dicho hasta la saciedad, no hace más que reflejar la sociedad. Será así, pero entonces habrá que convenir en que hay aspectos importantísimos de esa sociedad, como todo el relacionado con la gastronomía, la cocina o, más prosaicamente, la alimentación, en los que el cine no acaba de saber moverse a gusto. Supongo que, entre otras cosas, porque no debe de ser muy sencillo.
Así que nos iremos conformando con películas como las antes citadas y, sobre todo, con alguna que otra secuencia inolvidable… que no permite calificar de «gastronómica» a la película en la que se producen. ¿O es que la escena en la que Chaplin saborea una bota, clavos incluidos, o la del baile de los panecillos, hacen que «La quimera del oro» pueda ser considerada «cine gastronómico»? No, ¿verdad? Pues hay quien la incluye en relaciones de películas gastronómicas. Puede que quien así lo haga sea un cinéfilo; pero de lo que estoy seguro es de que no es un gastrónomo.
Si bien es cierto, que he participado en varios de estos eventos, no es muy facil estar totalmente de acuerdo en las opiniones de Pepe Barrena, pero……….esta bien, que ofrezca esta posibilidad para que la gente no se olvide de estas peliculas, y que significan