Las ostras son, desde la antiguedad, uno de los manjares más preciados de la Tierra, aunque provengan del mar.
Lo revelan sus conchas, petrificadas en las cavernas de la humanidad primitiva, más aficionada a las perlas del Océano que al bistec de mamut.
Es un bocado de banquetes, ya los romanos supieron cultivar y transportar vivo este molusco acéfalo de valvas irregulares desde la Costa de Bretaña gala hasta Roma.
Las primeras recetas recopiladas con ostras tal vez sean las del gastrónomo romano, Marcus Gavius Apicius, quien vivió durante el Reinado de los Emperadores Augusto y Tiberio (25 A.C. al 37 D.C.).
Entre su legado se encuentra el libro DE RE COQUINARIA (Asuntos de Cocina) donde figuran varias formulas para cocer las ostras.
Una de las versiones llevaba el clásico «garum», un preparado que los romanos utilizaban para sazonar casi todas sus comidas, elaborado de pescados azules macerados y fermentados al sol del mediterráneo, preparado con miel, hojas de nardo y una gran variedad de hierbas.
Apicius también recomendaba una conserva con vinagre que recuerda al actual escabeche, donde maceraba las ostras una vez que las freía levemente.
¿Como saber el momento en que los hombres civilizados comenzaron a comerlas crudas?
Poco importa.
¿Porque las ostra no son otra cosa que la comida perfecta?, como sugiere Anthony Bourdain, el famoso cocinero trotamundos, en su libro CONFESIONES DE UN CHEF.
Existen dos clases de ostras:
Las planas y las concavas, conocidas también por portuguesas u ostras huecas.
Su forma y calibre son caprichosos, y varían según su origen.
Las especies atlánticas desarrollan una concha mas frágil que las orientales.
Las portuguesas son de valvas mas duras, resisten en la profundidad a los depredadores naturales.
Pero en la actualidad, el consumo de ostras es, en su mayoría, de cultivo.
Dentro de los dos tipos mencionados, las ostras pueden ser chatas, redondas, alargadas, o gordas.
Su clase establece de algún modo, su sabor, que se define según las características de las aguas en que se crían.
La diferencia mas reconocible radica en que las planas son menos aguachentas (aguadas) y lechosas que las huecas, y por eso, son las preferidas de los conocedores.
Mientras que en Paris, las abren en cada esquina de las ferias callejeras, durante los meses que llevan la letra «r» (los invernales), en New York, es posible sumergirse hacia el fondo del mar en Grand Central, y bajar al famoso Oyster Bar de Penn Station.
Allí sirven desde 1913 las ostras vivas del día, provenientes de distintas regiones de Estados Unidos a cada cual diferente: las hay de Virginia, Long Island, Massachusetts, Nova, Scotia, California y Washington.
En Sudamérica se destacan las del Pacífico Chileno, las atlánticas de Patagonia, del Golfo de San Matías.
Resultan ideales para comerlas acompañadas de un buen champagne (cava o vino espumante bien frío), preferentemente un «nature», que combina a la perfección.
Tienen buena fama de ser afrodisíacas, por lo cuál puedes tenerlas en cuenta para una «cena romántica».
Información Nutricional: Aportan solo 55 calorias(Kcal/100).
¡COMO PODEMOS PREPARARLAS, SIN QUITARLES SU EXQUISITO SABOR!
Abrir las ostras planas, dejando la carne unida a la valva inferior, y la mayor parte del zumo (jugo).
Colócalas en una fuente para el horno.
Agregale sobre cada ostra una porción de mantequilla (manteca) mezclada con ajo picado, zumo (jugo) de limón y perejil.
Espolvorear con miga de pan rallado y gruyere rallado.
Hornea unos minuto hasta que se doren. QUEDAN EXQUISITAS!!!
Quedan muy ricas preparando una salsa a base de cebolla de verdeo picada muy fina, y saltearlas en aceite de oliva virgen extra a la que se le añade mantequilla, (manteca), fuera del fuego, y zumo (jugo) de limón, más unas gotas de Tabasco mientras se baten para ligarlas.
Poner las ostras sobre la parrilla y al abrirse, verterles la salsa y servir calientes.
Abrir, pelar y lavar las ostras.
Pasarlas con presión por harina de maíz, y freirlas en aceite de oliva virgen extra a buena temperatura.
Escurrirlas sobre papel y servirlas con una ensalada de hojas verdes aliñadas con aceite de oliva extra virgen, sal, limón y un poco del agua colada de las ostras.
Proceder igual que en las fritas, pero pasarlas por la harina de la tempura. Freír de la misma manera, y les puedes preparar una rica salsa mezclando, salsa de soja, alivianándola con el agua de coladas, y media cucharadita de miel líquida.